Es la parte habitada del paisaje, la forma en la que se distribuye la población sobre el territorio. Una primera distinción nos señala la existencia de dos tipos principales de poblamiento según el lugar de residencia: hábitat urbano que es la población residente en las ciudades; y hábitat rural que es la residente en el resto del
territorio. Entre ambas existen múltiples contrastes que las diferencian: económicos (sector laboral principal del que vive la población), sociológicas (modo diverso de composición y comportamiento social de la población), demográficas (número de habitantes, comportamientos demográficos, etc.), e inclusos formales (tipología de edificios, tamaño de los núcleos poblados, etc). Estadísticamente se utiliza el número de habitantes para diferenciar entre poblamiento urbano y rural, así por ejemplo en España se considera ciudad aquellos lugares con más de 10000 habitantes; esta cifra varía dependiendo del país, Japón la fija en 25000 habitantes, mientras que algunos países escandinavos las han fijado en unos 200 habitantes.
La vivienda constituye la unidad mínima de hábitat, cuando se reúnen varias viviendas forman agrupaciones superiores como aldeas o pedanías (que dependen de otro núcleo mayor), y municipios o pueblos. Todo el territorio que depende de un mismo ayuntamiento constituye el término municipal. El poblamiento o hábitat rural se caracteriza por la manera de distribución de las viviendas en el término municipal. Este hábitat puede ser concentrado en un único núcleo, donde vive toda la población del término municipal, la cual se desplaza hasta las tierras de labor desde allí; puede ser disperso cuando la población vive de manera diseminada por el territorio y cada familia vive junto a las tierras que trabaja; o bien puede ser intercalar cuando la distribución se realiza de una forma mixta, existiendo uno o varios núcleos principales de población y cierta población dispersa por el territorio (Ilustración 3). En las zonas montañosas de difícil acceso la población suele ser diseminada, mientras que en zonas de llanura suele ser concentrado. También depende de las costumbres locales. Ejemplos de población dispersa nos lo ofrece Portugal o Galicia en España, en el que cada municipio se compone de varias aldeas más pequeñas; mientras que las zonas castellanas suelen tener un poblamiento concentrado.
El hábitat concentrado se caracteriza por la forma del municipio sobre el plano. Podemos encontrar municipios lineales, que son aquellos que se han desarrollado a lo largo de un camino o carretera; y municipios centralizados, en los que las viviendas se agrupan en torno al centro del pueblo (junto a la iglesia, la plaza, el Ayuntamiento, etc.), dando múltiples formas, como estrellados, cuando el pueblo crece siguiendo los caminos que salen del pueblo, o redondeados cuando el crecimiento es homogéneo por todos las partes del pueblo.
La vivienda rural se diferencia de la urbana en la función que desempeñan. Mientras que en la vivienda urbana la función es exclusivamente residencial, la vivienda rural comparte esta función con la productiva, pues ha de servir de almacén para la cosecha, lugar para guardar el utillaje agrario, servir de alojamiento para animales tanto de carga y como productivos, etc. Esta función, junto a otros factores como el clima (frío, cálido, lluvioso, nivoso, etc.), o los materiales dominantes en la zona (madera, piedra, piel...), van a determinar la tipología de viviendas rurales existentes en el mundo. Así en zonas de montaña, con abundante arbolado, y de clima fríos, las viviendas serán de madera, con tejados a dos aguas y ángulos elevados para evitar la acumulación de la nieve. Por el contrario, en zonas áridas, las casas se harán de piedra o adobe, con pocos vanos y de muros anchos para evitar el calor.